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Me saco la ropa y entro al baño, me mojo de a poco, el pelo es lo último. El agua está caliente, pero no hirviendo, en el punto exacto para que se empañen los espejos, tanto que se me dificulte ver mi silueta en el reflejo. Acostada, relajada, pensando en nada. Las luces de las velas son lo único que iluminan el lugar y la calidez que reflejan causan en mí un estado de paz inigualable. Veo poco, pero siento mucho. Dejo mi cabeza caer en el agua, ahora no solo no veo sino que no escucho nada, solo los latidos de mi corazón. Me levanto un poco, sigo sin escuchar. Los latidos no frenan, cada vez son más prominentes. Elevo la espalda, ya el agua solo toca mis piernas, nada más. Escucho menos que antes. Estoy parada, gotas resbalan por mi cuerpo y la poca brisa que había comienza a erizarme la piel. Siento que el corazón se me sale del pecho, muero de miedo, no escucho nada. Ni el movimiento del agua, los pasos que doy o el sonido de la toalla frotando mi piel. Sacudo mi cara, me golpeo los oídos con la cruda esperanza de que todo vuelva a la normalidad, pero no hay solución. Me desvanezco, caigo en el piso con los ojos llorosos y rodillas adoloridas por el impacto. Grito, grito, grito, grito, grito. No paro de gritar, pero nadie me escucha. No tenía voz. De a poco me empiezo a olvidar como hablar, como emitir sonidos. Se apagan las velas. De la nada. Gateo con todas mis fuerzas para ir a prender la luz, pero no me puedo mover. El piso se había amoldado a mis piernas y ya era parte de él. Se estaba apoderando de mí, consumiéndome, aspirando mi esencia. Me voy a morir. Todos se van a olvidar de mí y me muero de miedo. No le dije te amo a mi mamá las veces suficientes, ni abrace al amor de mi vida antes de verlo la última vez. Me olvidé de acariciar a mi gata antes de meterme al baño y no le respondí el mensaje a mi mejor amigo preguntándome como estaba. No pare de tratar, seguí gritando sin sonido, mirando sin visión, y buscando los sonidos a los que más estaba acostumbrada. Pero llego un momento en donde estoy metida hasta el cuello, con los brazos para arriba, sin esperanza. En mi cabeza comenzaron a pasar miles de cosas, estoy haciendo lo posible para no estar triste y afrontarlo de la mejor manera posible. Lo único que queda en la superficie son de los codos para arriba, no podía respirar. Todo había terminado. Pero siento unas manos o no? No, son muchas manos, como 8, no los sé con exactitud. Me levantan y con su ayuda mi cuerpo se desprende del piso carcelero. Vuelvo a escuchar cuando me preguntan si estoy bien, veo devuelta cuando se ponen en frente mío y mi voz se recuperó por decir sus nombres. Me salvaron, estoy viva. 











(Este texto se puede interpretar de muchas maneras. Se me hace importante aclarar esto para que el lector navegue en los paralelos significados que este texto tiene. Trata de verlo con diferentes ojos. ¿Que causa mi ensordecimiento? ¿Mi perdida de visión? ¿El piso que me agarra es simplemente un piso o es una persona, objeto, debilidad o costumbre? ¿El baño es un baño o otra cosa? Nose, flasheala. tkm <3)

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